LA POESÍA DE CECILIA ORTIZ: UNA BREVE MIRADA
El siguiente verso de la poeta chilena Stella Díaz Varín (1992, p. 5): “Una sola será mi lucha y mi triunfo; encontrar la palabra escondida…” sirva de entrada para referirnos a la escritura de la poeta argentina Cecilia Ortiz, homenajeada por el Grupo de Poetas y Poesía Lírica Emergentes Tu Voz, el cual le dedica el cuarto número de su antología anual. Como parte de este homenaje, me es muy grato aportar una breve mirada crítica sobre la poesía de la poeta en mención, una de las más destacadas voces de la poesía latinoamericana actual y destacada integrante de la Asociación Actuales Voces de la Poesía Latinoamericana (AVPL) y del Grupo de Poetas y Poesía Lírica Emergentes Tu Voz (en el cual ella es Miembro de Honor 2019), fundado y presididos por el poeta y ensayista ecuatoriano-mexicano George Reyes. Repasaremos algunos fragmentos de su obra poética, a fin de mostrar al menos un elemento constituyente de esta obra, que esté omnipresente en su totalidad.
1. La palabra poética como elemento omnipresente
Según J. Bucher (1996, p. 15), Heidegger postulaba que: “pensamiento y poesía pertenecían al mismo orden”, postulado que bien puede aplicarse a la poesía de Cecilia Ortiz; poeta quien le otorga a la palabra poética un lugar central justamente por esa afinidad consustancial con el pensamiento. La palabra poética, entonces, es tematización de sí misma e instrumento espiritual para establecer una teleología:
Dejo caer palabras/ en el día que aún no nace/ y vaticinan mis letras enlazadas.
La palabra poética, depositaria de un sentido trascendente, permite que desde ella, hacia ella, y por ella, se acceda a fundar y a refundar mundos posibles; y esto a través de formas reales e imaginarias, develando ciertos contenidos de la experiencia, mediante el proceso metafórico, así la experiencia como se sabe, se transfigura en el poema:
El paisaje/ se abre hasta el horizonte/ y por dentro de mis ojos/que/ deslumbrados/no encuentran palabras/ para ofrecerle a la boca.
Esa palabra, que se busca, que no se encuentra a veces, en los ámbitos de los sentidos, pero que está allí para aprehender la realidad y sus expansiones y para fundar “lo permanente” como decía el poeta alemán Friedrich Holderlin (1977, p. 20):
Levanto cada palabra/ Despacio.
A veces, la palabra no es encontrada, porque ya el paisaje y las cosas han hecho pura palabra la individualidad de la poeta, que remitiéndose a sí misma capta una vislumbre de autoconciencia poética:
El paisaje me hace palabra/ (revela historias de amor y otras)/ y hablo con una voz sin fin.
Esa voz sin fin, esa voz como aquel “Rayo que no cesa”, del poeta español Miguel Hernández, pone de manifiesto cómo la palabra poética no necesariamente refleja lo real, entendiendo la realidad como una entidad más, sino que realiza como definía el poeta chileno Enrique Lihn (Fuenzalida, 2005, p. 11) “una significación en la realidad del lenguaje”:
Me cubre de lenguaje/ esencias/ aire de siglos/ y soy noche rumbo al milagro/a la luz trascendente/ al horizonte/ que se aleja siempre.
Cubierta entonces de lenguaje, es decir, de esencia, y comulgando con ese cuerpo verbal que es ella misma, la poeta se encamina hacia un horizonte de vida y de muerte a la vez:
Espero sentir/ latidos de palabras/por sobre mi piel.
La poeta espera el latido de la palabra, para volcar hipermetafóricamente en ella su expresión inmediata:
Júbilo del sol/ semillas de poemas/ todas las voces./Es una llave/ que se expande sola./ Hablemos siempre.
2. La palabra poética como guardiana de lo sagrado
La palabra, la voz, y finalmente el poema, forman parte de un solo cuerpo verbal, que se fusiona con el pensamiento. Es una fusión que se pone de relieve en todos estos textos, evitando caer tanto en una objetividad deshumanizada como en un exceso de subjetividad, (aunque diríamos que todos estos textos están enmarcados dentro de una subjetividad inocente); y allí en ese hablar siempre, allí en la realización verbal del texto, la poeta maneja intuición y expresión a la vez, configurando aquella devoción, confianza, creencia, amparo y seguridad que le concede su propia voz, definida finalmente como su propia guardiana:
Guardiana mi voz/ cubre la intimidad/ de lo sagrado.
3. Conclusión
Como ya lo hemos expuesto, en los diversos fragmentos que comentamos, concluimos que la palabra poética de Cecilia —no solamente la palabra en su función lingüística y nominal, sino también en su función poética— es la que es parte de un reconocimiento esencial, por cuanto la poeta Cecilia Ortiz la habita como unidad espiritual. La palabra es, entonces, su fundamento y confirmación de lo existente. De esta forma la poeta objetiviza una interioridad y nos muestra que es ella misma quien deviene palabra en su sistema enunciativo.
A continuación algunos poemas de la poeta:
VENAS DEL PLANETA
Las venas del planeta -sin herencia- con lágrimas
me visten con retazos de marchitos días
soy guardiana de sueños invertidos y sumas al rojo
-aún no encuentro como eludir este desorden-
hiervo todo (borbotones de nada escapan veloces)
tapo mi boca y nariz
lavo agudamente mis manos (evito otra Babel)
esta travesía insólita me divide en tres
tres blancas partes y sigo unida a mí- eso creo-
Las venas del planeta se revisten de angustia
el mar es un sollozo quieto (no comprende
dónde ha quedado el mapa de sus costas)
Mis manos se ahogan ahogan ahogan
en su intento de evadir la agreste corona.
Me sostengo de una canción sin letra y lejana
-tres canciones nuevas se abren para mí-
llega otra noche
luna de sangre vaciada luna de abrazos sin destino
luna
deposita luz sin brillo en mi insomnio trasnochado
-galerías de espejos batallan con el huésped
que devora sueños-
Las venas del planeta me envuelven -rápidas-
cierro tres puertas y lavo mis ahogadas manos
miro - busco - rebusco
nadie camina por el largo y tortuoso silencio.
Un pájaro nace en mi cerrada ventana. Me mira.
RENACER
Mis palabras nublan el camino que desando
busco lo que perdí cuando era distinta
en esta paradoja de traidores mini seres
y el corazón bogaba con los ojos abiertos.
Me ahoga el polen ronco y desmemoriado
me desvelo y caigo antes que amanezca
¿la vida es hoy... es hoy... es hoy?
de mi bolsillo izquierdo escapan preguntas.
Me visto en secreto para cultivar rosas
rosas de fuego que aniquilen el invasor
rosas medulares que entumezcan su nombre.
Rosas que alimenten la fe de no extinguirnos.
Este no es mi tiempo no es tu tiempo no es
hubo un tiempo un nombre un espacio
al que vuelvo cada día cada día cada día.
Es la señal cuando el cielo es promesa de vida.
Resistiremos hermanos. Sí resistiremos
somos puro instinto para renacer desde una roca.
NUEVA AURORA
No quedaremos a oscuras por este infortunio
que ha enturbiado el umbral de cada amanecer
y atosiga gargantas con relámpagos azules
es mucha noche para transitar a solas>
Se van lejos mis gestos como río desbordado
entretejo plegarias fatiga aire otoño almíbar
con tiempo sano -que resista nuestra vida-
para ser un canto que se torna arco iris
y estimula a vencer pesadumbres de otro feudo.
Soy habitante del planeta
con otros y otros y otros es este inflexible lapso>
anhelaré con los que se unan a esta cruzada
que volvamos a ser corazones colmados
sin áridas distancias
porque somos esa raza que no oscureció.
Testigos en busca de su nuevo destino.
Huéspedes en la magnánima aurora.
ALEGORÍA
Fui volcán arrojando su lava
antes de ser animal salvaje
o noble árbol entre fuego y embrujo.
Antes de abandonar la noche
y dejar escrita esa palabra/canción
desde un país sin gestos compartidos.
Me retiene como lazo como dura armazón
que pliega mi obediencia
-me aferro como un náufrago al madero-
sobre el abismo/océano
juego a perderme en olas de mí misma.
No celebro silencios
comienza un mudo engarce de visiones
abren y fuerzan cerraduras
disimulan
bordes en el atardecer de oro
en línea recta antes del cielo.
Me disfraza en traslúcido episodio
apaga fulgores de la inesperada tormenta
corroe mis indefensos pies heridos.
Arde el vehemente recuerdo
me libera y ata -no deja que mire atrás-
es ronda en el escalofrío de la memoria.
Arde es lámpara con anuncios de porvenir
en este día que busco lo que no está.
ES HORA
Los andenes tiesos custodian
la penumbra del poema
la vigilia en la médula del tiempo
el talismán testigo de miradas
evoco- descubro- oscilo
vibra mi espécimen
dialogando sobre terraplenes
soy tren amordazado al acecho
Mi corazón se inclina (vaivén).
a ras de un aire sin aire
hierro es mi piel sin relojes
ni alfabetos.
Ya es hora de capturar el viento
descarrilar en la búsqueda
tener voz -volver a ser yo-
sin quebrantar certezas
sobre la hojarasca roja
del otoño.
Los andenes tiesos son testigo
es hora de congeniar mi garganta
en una nueva voz -volver a ser yo.
Rodrigo Verdugo
Poeta chileno; Miembro del Directorio de Periodistas Escritores y Narradores (PEN Chile)
Miembro de la Asociación Actuales Voces de la Poesía Latinoamericana (AVPL).
Referencias
Bucher, J. (1996). La experiencia y la palabra en Heidegger. Bogotá, Colombia: Ed. Ariel.
Díaz Varín, S. (1992). Los dones previsibles. Santiago de Chile: Ed. Cuarto Propio.
Fuenzalida, D. (2005). Enrique Lihn, entrevistas. Santiago de Chile: ED. JC Sáez.
Holderlin, F. (1977). Poesía completa. Madrid, España: Ediciones 29/Libros Río Nuevo.