Poeta española. Asidua invitada a los Encuentros de Poetas Iberoamericanos que se celebran anualmente en Salamanca, en cuyas antologías se recogen sus poemas. Tiene publicados una decena de poemarios, como La charca de los lirios (1994), Mujer (1996), Tiempo de silencio (1999), Las voces (2003), En la alameda (2004), El ático vacío (2009), Inefable tierra (2010), Treciembre existe (2011), Las moiras (2016), Nosotros (2018), entre otros. Su poesía ha sido traducida al italiano, croata, búlgaro, árabe y portugués. Los poemas anteriores proceden de Inefable tierra.
Os aseguro
que mi garganta dormida se ha puesto hoy a cantar,
a pesar de que el camino sea corto los pasos por el sendero
se clavan, y ante la mañana ilusionada me siento cerca
de todas las horas juntas.
Voy en busca de una gota más de vida,
y mis ojos se clavan en la pared del temblor
atizado en llantos. Se desnuda la voz
y crece la blancura de las nubes,
se abre el cielo de los mares al arrullo, los versos
desatan el sueño de todos los caminos.
Borrada ya la nieve la languidez del refugio
abre sus puertas para que penetre por las paredes
sobredosis de claridades.
En ese lugar los árboles dejan caer sus hojas,
y en el rincón tranquilo las ilusiones ven pasar la tarde.
En el último relente un enjambre de tiempo marchitado
cabalga la dura realidad del verano cargado de destino.
Voló, y sin querer acaso murió aquella mariposa.
Desde aquel día siento una inmensa ternura,
una emoción sin color y un abismo de lágrimas.
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Dejadme la voz.
Dejadme un instante más de vida,
que a mí corazón y mi ansiedad le faltan horas
hasta que deslumbren de sequedad mis ojos.
En este laberinto cualquier pregunta indagadora
hará provocar la respuesta honda y acertada.
Ahora conozco a fondo las aletas de mi locura,
el salitre de mi boca aprendido de memoria.
Cuando a la poesía la asaltan imágenes
que rodearon nuestra vida, la derrota nunca calla.
Todo un océano de brisa y espuma se derrocha
hermoseando tardes de gloria y tules a lo lejos.
Dejadme la vida, que quiero hundirme en la arena,
hasta silenciar mi destino callado y frío.
Seguiré entregada a mis poemas escondida al trasluz,
de esta tierra mía con recortes de mar en calma.
A mi albedrío quedaré callada como una roca.
Seré la carga emocional de este libro que respira el aíre,
y se adueña del delirio de mi corazón.
Dejadme nuestra lengua, la que conocí al pronunciar
mi nombre, o cuando creí llegar
a la cumbre de todas las palabras.
Dejadme vuestra verdad.
Y dejadme en paz.
°°°°
Voces
de los poetas nuestros que hemos conocido,
admirado, tratado y querido. Nada tan necesario
como sus presencias y sus voces.
Los poetas son criaturas distintas con la facultad
de nacer y de morir todas las madrugadas.
Un mismo poeta,
puede aparecer a nuestro lado varias veces,
e írsenos de las manos otras tantas
solo en el breve trascurso de una tarde.
Y es que la vida como el amor tan ligado a la poesía,
tan formando parte de los poetas es y será
la razón por la cual todo queda dicho y justificado.
La poesía cada vez más necesaria en esta sociedad nuestra,
poesía para no juzgarse a través de los criterios.
Agarrémonos fuertemente a los sentimientos de la divina locura,
los que puedan o podamos escaparemos y nos olvidaremos
de todo junto al mar, o en algún refugio lejano.
Y que hable la poesía,
de cómo respirar sin soltar una lágrima.
El misterio cuando se desborda ignora los perfiles
del ayer, el vigor de la canción que se termina.
Aquellas canciones aprendidas cuando la ternura
siempre en boca. Aquellas canciones reclaman
el sonido derramado difícil de igualar.
°°°°
Se llega al fondo de la vida
entre candor y besos escondidos,
entre ahogos suspiros y perdones
deriva la batalla.
Hemos pecado y perdonado
hasta la imaginación más severa,
hemos vivido en el contraste
de los siglos,
tragando palabras y llorando hacia
adentro.
Robamos el último abedul
deterioro de nuestra sombra,
y en él la fuerza de las noches,
las tormentas sin sol,
la lluvia borrando gestos.
Nadie conoce las señas de la vida.
Nadie está seguro cuando escucha
su propia historia
en boca de otros labios,
palabras que no se repiten
porque son impronunciables.
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°°°°
En la carpeta gris de la memoria
se quedó el tesoro de la vida,
los recuerdos escondidos,
en el empedrado dolor
de las respuestas.
Y cierras los ojos y escuchas.
No hay más que lo que vives.
Ni hay más agua que el espejo
del mar cuando la noche.
Aquí se lucha en la despedida
de un abrazo,
se aprende a besar en vilo
entre las hojas sedientas de un trébol.
Hasta que un rayo intrépido
despierta a los pájaros,
volarán en bandada,
sin saber dónde posarse.
Y volarán bajo el remanso
del río que no existe
puro engaño sin corriente.
La búsqueda será otra tierra
donde no viva nadie.
Araceli Sagüillo García